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Uso de psicofármacos en el embarazo Rebok, Federico*; Daray, Federico Manuel** *Rebok, F. Jefe de Trabajos Prácticos, III Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Médico especialista en Psiquiatría. Médico de Planta, Hospital “Braulio A. Moyano”, CABA. **Daray FM. Jefe de Trabajos Prácticos, III Cátedra de Farmacología, Facultad de Medicina, UBA. Doctor de la UBA, área farmacología, Facultad de Medicina. Médico Residente de 3ºaño, Hospital “Braulio A. Moyano”, CABA. 1. Introducción
El empleo de psicofármacos en el embarazo genera una decisión compleja para el
psiquiatra. Ésta implica valorar, por un lado, las posibles complicaciones de las enfermedades
psiquiátricas durante el mismo y, por otro lado, los riesgos potenciales de la exposición fetal a
En la mujer embarazada, las enfermedades psiquiátricas no tratadas o tratadas
inadecuadamente pueden llevar a un escaso cumplimiento de los controles prenatales, una
nutrición inadecuada, un aumento del consumo de medicamentos sin control médico, un
incremento en el consumo de tabaco y alcohol y complicaciones en los vínculos familiares
Todos los psicofármacos atraviesan la placenta y se encuentran en líquido amniótico,
lo que expone al feto a cierto grado de riesgo (Doering y Stewart, 1978; Hostetter y col.,
2000). La evaluación del mismo depende del período gestacional en que se produce la
exposición. Durante las primeras dos semanas de gestación las células embrionarias son
multipotenciales, por lo que si un fármaco afecta alguna de ellas otras células pueden
reemplazarlas y si se afectan todas se producirá la muerte del embrión previo a la anidación.
Por esto, durante este periodo, las posibilidades son que el fármaco carezca de consecuencias
sobre le embrión o que la mujer no se entere que fue fecundada (Mazaira, 2004). Durante el
primer trimestre del embarazo tiene lugar la organogénesis, aquí los psicofármacos pueden
afectar la formación de los órganos dando lugar a malformaciones morfológicas
macroscópicas (Mazaira, 2004). Se dice que un fármaco tiene efectos teratogénicos cuando
aumenta el riego de padecer una malformación, que en la población general es
aproximadamente del 2% al 3% (Nelson y Holmes, 1989). Algunos fármacos tienen una
acción teratogénica inespecífica, afectando a los órganos que se encuentran en desarrollo en el
momento en que son administrados. En estos casos, una diferencia de 1 ó 2 días puede
cambiar el perfil teratogénico. Otros fármacos tienen una acción teratogénica específica,
afectando determinados órganos o tejidos. En estos casos, la administración de los mismos
por fuera del período de formación de dichos órganos no generará estas malformaciones
(Aramijo y Benitez, 2003). Durante el segundo y tercer trimestre del embarazo los
psicofármacos pueden alterar el desarrollo y/o el funcionamiento de determinados órganos
(Aramijo y Benitez, 2003). De esta forma, pueden dar origen a complicaciones obstétricas
(parto pretérmino, bajo peso al nacer y requerimiento de cuidados intensivos), toxicidad
perinatal (reacciones adversas similares a las que se observan en el adulto y síndromes de
abstinencia) o secuelas neuroconductuales que se manifiestan a largo plazo.
Food and Drug Administration (FDA) clasifica a los fármacos en cinco categorías
según el riesgo fetal asociado a su empleo durante el embarazo (Tabla 1, www.fda.gov). Si
bien esta clasificación aún está en vigencia, la misma se encuentra sujeta a discusión ya que
no es de una gran utilidad clínica y puede llevar a decisiones equivocadas al agrupar, en una
misma categoría, drogas con experiencia de uso clínico diferentes. Por esto, se ha planteado la
posibilidad de reemplazarla por descripciones narrativas que brinden información más precisa
Ningún psicofármaco ha sido aprobado por la FDA para su uso durante el embarazo,
por esto, su empleo depende de la valoración de los riesgos y los beneficios que se pueden
obtener con el tratamiento. Esta decisión debe ser consensuada con la embarazada y su pareja,
y todo debe quedar asentado en la Historia Clínica (Paton, 2008).
En este artículo se realiza una revisión bibliográfica acerca del uso de antidepresivos,
estabilizadores del ánimo, benzodiazepinas y antipsicóticos durante el embarazo; presentando
los datos relevantes acerca de los efectos teratogénicos, las complicaciones obstétricas, la
toxicidad perinatal y las secuelas neuroconductuales de estos grupos farmacológicos.
Tabla 1. Clasificación de la FDA para los fármacos según el riesgo fetal asociado a su empleo Categoría Interpretación
Estudios controlados en embarazadas no han demostrado riesgos para el feto.
No existe evidencia de riesgo en humanos.
Estudios en animales no han mostrado efectos adversos sobre el feto, pero no hay estudios clínicos adecuados en mujeres embarazadas. El riesgo no puede ser descartado. Estudios en animales han revelado efectos adversos en el feto y no hay
estudios adecuados en mujeres. La droga puede ser útil en mujeres embarazadas a pesar de sus riesgos potenciales. Evidencia de riesgo. Estudios de investigación o post-marketing en humanos han mostrado riesgo
fetal. Sin embargo, los beneficios potenciales para el uso de la droga pueden ser más importantes que el riesgo potencial. Contraindicado durante el embarazo. Estudios de investigaciones o informes post-marketing en animales o
humanos, han mostrado evidencia positiva de anormalidad fetal o un riesgo que claramente es mayor que cualquier tipo de beneficio para el paciente.
2. Antidepresivos
• Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)
Hay poca evidencia sobre el uso de ISRS durante el embarazo y gran parte de ésta es
sobre la fluoxetina. La mayoría de los estudios hacían hincapié en los efectos de los ISRS
durante el último trimestre de embarazo y se pensaba que la exposición a estos fármacos
durante el primer trimestre no generaba efectos teratogénicos. Sin embargo, en los últimos
tres años han surgido algunos reportes que contradicen estos datos.
Uno de los reportes proviene de GlaxoSmithKline, aún no ha sido publicado en una
revista científica pero está disponible en el siguiente sitio de internet:
http://ctr.gsk.co.uk/summary/paroxetine/epip083.pdf y ha sido comentado por Williams y
Wooltorton (2005). Este estudio sugiere que la paroxetina duplica el riesgo de
malformaciones cardiovasculares, en especial defectos en la formación del tabique
ventricular. Debido a esto la FDA cambió la clasificación de la paroxetina de clase C a clase
Recientemente, Källén y Otterblad Olausson (2007), empleando el Swedish Medical Birth Register, han encontrado que el uso de ISRS durante el primer trimestre de embarazo no
se asocia con un aumento global en el riesgo de malformaciones congénitas, exceptuando un
aumento en la incidencia de malformaciones cardíacas con paroxetina.
Otros dos estudios caso-control, han sido publicados recientemente. En el primero de
estos, el Nacional Birth Defects Prevention Study, no se encontró asociación entre el uso de
ISRS y malformaciones cardíacas. Sin embargo, se detectó que la exposición a los ISRS (en
particular paroxetina) provocaba un ligero aumento en la incidencia de anencefalia,
craneosinostosis y ónfalocele (Alwan y col., 2007). El segundo, el Slone Epidemiology Center Birth Defects Study, no encontró un aumento del riesgo de craneosinostosis, ónfalocele o
malformaciones cardiovasculares con paroxetina. Sí se detectó una asociación significativa
entre el uso de sertralina y ónfalocele (Louik y col., 2007). Cabe destacar que si bien en
ambos estudios se detectó un aumento en la incidencia de malformaciones, el riesgo absoluto
es bajo, por lo que no se los considera teratógenos mayores (ACOG, 2008).
La exposición a ISRS en el último trimestre del embarazo se asocia a un aumento de
complicaciones neonatales: partos prematuros, bajo peso al nacer y baja puntuación de Apgar
(Simon y col., 2002). También se ha descripto la aparición de efectos adversos como
inquietud, nerviosismo, taquipnea, llanto débil, hipotonía muscular y aumento del número de
admisiones en cuidados intensivos, en neonatos expuestos a ISRS durante el último trimestre
del embarazo (Dahl y col., 1997; Nordeng y col., 2001; Stiskal y col., 2001; Costei y col.,
2002). Recientemente, se detectó la asociación entre el uso de ISRS en el último trimestre del
embarazo e hipertensión pulmonar persistente en el neonato (Chambers y col., 2006).
En relación con las alteraciones neuroconductuales a largo plazo, un estudio
prospectivo demostró que la exposición a fluoxetina durante el embarazo no afectaba el
coeficiente intelectual (IQ), el desarrollo del lenguaje y tampoco generaba alteraciones
conductuales en niños de edad preescolar (Nulman y col., 1997).
El uso de ISRS durante el embarazo debe ser valorado en el contexto clínico, teniendo
en cuenta los riesgos que implica la recaída del cuadro psiquiátrico de base. En caso de
emplear un ISRS, se recomienda evitar el uso de paroxetina. En caso de ser necesario
discontinuarlos, se recomienda hacerlo gradualmente para evitar los síntomas de abstinencia
• Antidepresivos Tricíclicos (ATC)
Inicialmente, se sugería que el uso de ATC durante el primer trimestre del embarazo se
asociaba a malformaciones congénitas de las extremidades (Barson, 1972; Elia y col., 1987).
Sin embargo, estos resultados no fueron confirmados en estudios posteriores (Altshuler y col.,
El uso de ATC durante el tercer trimestre del embarazo se ha asociado a la aparición
de cuadros de toxicidad fetal o síndromes de abstinencia caracterizados por letargia, hipotonía
y efectos anticolinérgicos como constipación, retención urinaria y taquicardia (Eggermont,
No se han detectado alteraciones neuroconductuales a largo plazo en fetos expuestos a
ATC durante el embarazo (Nulman y col., 1997).
• Otros Antidepresivos
Es escasa la información sobre la seguridad en el embarazo de los nuevos
antidepresivos (bupropion, duloxetina, mirtazapina, nefazodona y venlafaxina). Los datos
actuales sugieren que no aumentan el riesgo de malformaciones congénitas o efectos adversos
(Kesim y col., 2002; Einarson y col., 2003; Rohde y col., 2003; Yaris y col., 2004, 2005).
Tabla 2. Clasificación de la FDA para los antidepresivos según el riesgo fetal. Nuevos Antidepresivos 3. Estabilizadores del ánimo
• Litio
La administración de litio durante el primer trimestre del embarazo se asocia a un
incremento del riesgo de padecer malformaciones cardíacas congénitas; en especial, la
anomalía de Ebstein (Weinstein y Goldfield, 1975). Ésta se caracteriza por la presencia de
alteraciones de la válvula tricúspide, dilatación del ventrículo derecho y en ocasiones
comunicación interventricular. Actualmente, se cree que el riesgo de padecer esta anomalía ha
sido sobredimensionado en el pasado (Cohen y col., 1994) y se estima que el riesgo de
presentar esta patología en hijos de madres que recibieron litio en el primer trimestre ronda el
0,1% - riesgo de 1:1000 en niños de madres expuestas al litio contra 1:20000 en la población
La exposición del feto al litio durante el segundo y tercer trimestre del embarazo ha
sido asociada al desarrollo de cambios reversibles en la función tiroidea, arritmias cardíacas
del neonato, diabetes insípida nefrogénica, hipoglucemia, polihidramnios, parto prematuro, y
un floppy infant syndrome similar al que se desarrolla frente a las benzodiazepinas (Karlsson
y col., 1975; Mizrahi y col., 1979; Wilson y col., 1983; Llewellyn y col., 1998).
Por otro lado, la toxicidad neonatal por litio incluye los siguientes síntomas: flaccidez,
letargia y reflejo de succión débil (Woody y col., 1971).
Se recomienda evaluar el riesgo que supone no tratar la enfermedad materna frente al
riesgo de la exposición del feto al litio, siendo ideal evitar la administración de este
estabilizador del ánimo durante el primer trimestre del embarazo (ACOG, 2008). En el caso
de que se establezca o continúe el tratamiento con litio, se deberá monitorear la litemia a lo
largo del embarazo y durante el post-parto, al comienzo mensualmente y hacia el final en
forma semanal (American Academy of Pediatrics, 2000). Este es un importante factor a tener
en cuenta ya que durante el transcurso del embarazo se produce un decremento de las
concentraciones plasmáticas de este catión (por un aumento del volumen de distribución) y
luego un incremento del mismo tras la reducción del volumen de distribución materno en el
post-parto inmediato (Mazaira, 2005). En este último caso deberá reducirse un 20% a 30% la
dosis dos a tres semanas antes del parto, a fin de evitar los fenómenos de toxicidad en el
Se aconseja fraccionar la dosis del litio (3 ó 4 tomas) para evitar picos plasmáticos y
realizar una ecografía de alta resolución con ecocardiografía fetal en las semanas 18 a 20 para
descartar la presencia de cualquier anomalía cardíaca (American Academy of Pediatrics,
• Ácido valproico
La información acerca de la consecuencia de la administración de anticonvulsivantes
que poseen efectos estabilizadores del ánimo (ácido valproico, carbamazepina y lamotrigina)
proviene de estudios realizados en mujeres con epilepsia.
La administración de ácido valproico durante el embarazo se asoció a una incidencia
de malformaciones congénitas del 11% (Mazaira, 2004), con un riesgo del 1%-3,8% para la
producción de anomalías del tubo neural (efecto dosis dependiente) (ACOG, 2008). Entre las
malformaciones se destacó la espina bífida, con una incidencia del 1% a 5%. También se
relacionó al ácido valproico con la producción de anomalías craneofaciales, digitales y
Se ha descripto un «síndrome fetal por valproato», caracterizado por una restricción en
el crecimiento fetal, dismorfia facial, alteraciones cardíacas y de miembros y alteraciones
Durante el segundo y tercer trimestre del embarazo se han reportado casos de
hemorragias maternas (vg. hemorragias intrauterinas) por disminución y alteración de la
función plaquetaria, además de una merma de los factores K dependientes (Mazaira, 2005).
Dentro de la toxicidad neonatal se han reportado hepatotoxicidad, coagulopatías,
hiperbilirrubinemia e hipoglucemia (Kennedy y Koren, 1998).
Se propone utilizar dosis de ácido valproico menores a 1000 mg/día y en tomas
• Carbamazepina
El empleo de carbamazepina durante el primer trimestre del embarazo se asoció a un
incremento en la posibilidad de padecer espina bífida (1% vs. 0,03% de la población general)
Su empleo durante el segundo y el tercer trimestre se asocia a un mayor riesgo de
retraso del crecimiento intrauterino y a hemorragias fetales. También, se ha descripto un
«síndrome fetal por carbamazepina» caracterizado por la presencia de malformaciones
craneofaciales -especialmente el paladar hendido- microcefalia e hipoplasia ungueal (Moore y
Las recomendaciones respecto del uso de ácido valproico o carbamazepina durante el
¾ Precauciones a tener en cuenta durante la etapa inicial del embarazo:
Sería deseable evitar el empleo de ácido valproico o carbamazepina durante el primer
trimestre del embarazo (ACOG, 2008). En el caso en que esto no sea posible, se deberá
suplementar el tratamiento con la administración de ácido fólico en una dosis de 4 mg/día,
desde los tres meses anteriores a la concepción hasta la semana 14 de la misma.
¾ Precauciones a tener en cuenta durante la etapa final del embarazo:
Se deberá administrar un suplemento de vitamina K (10-20 mg/día, vía oral) a la madre
durante el último mes del embarazo (ACOG, 2008).
Se deberá administrar vitamina K (1 mg, vía intramuscular) al recién nacido en forma
También, se recomienda realizar una ecografía de alta resolución con ecocardiografía
fetal entre las semanas 18 y 20 (ACOG, 2008), y dosaje de alfa-fetoproteína y amniocentesis
si fuera necesario detectar una anomalía del cierre del tubo neural (Mazaira, 2005).
• Otros estabilizadores del ánimo
Lamentablemente, existe poca experiencia en la utilización de estos psicofármacos en
el embarazo, y la mayoría de la misma proviene de estudios realizados en animales.
lamotrigina produce, durante su administración en el primer trimestre del
embarazo, una tasa de teratogenia del 1,8% (Ernst y Goldberg, 2002); pudiendo incrementar
el riesgo de malformaciones faciales de la línea media, especialmente a dosis mayores de 200
mg/día (Holmes y Wyszynski, 2004; Morrow y col., 2006). Se ha visto que este fármaco
disminuye los niveles de folatos en ratas, razón por la cual se postula sería conveniente la
administración de un suplemento de ácido fólico en mujeres embarazadas (Iqbal y col., 2001).
gabapentina produjo toxicidad en animales: retraso en la osificación, hidronefrosis
y pérdidas post-implantes en conejos (Iqbal y col., 2001); aunque es incierto su potencial
Por su parte, el topiramato se ha asociado, en animales, a la aparición de anomalías
craneofaciales y esqueléticas y a una disminución del peso de las crías (Ernst y Goldberg,
Tabla 3. Clasificación de la FDA para estabilizadores del ánimo según el riesgo fetal. 4. Benzodiazepinas
Los primeros estudios en los que se evaluó la exposición intrauterina a diazepam
sugerían que esta benzodiazepina aumentaba el riesgo de aparición de paladar hendido
(Saxén, 1974; Saxén, 1975). Un metanálisis posterior demostró que efectivamente las
benzodiazepinas aumentaban el riesgo de paladar hendido, pero que el mismo era sólo del
0.01 % (de 6 por 1.000 en no expuestos a 7 por 1000 en expuestos; Altshuler y col., 1996).
Posteriormente, se realizaron estudios caso-control con diferentes benzodiazepinas en los que
no se detectó un aumento del riesgo de padecer malformaciones congénitas (Eros y col., 2002;
Están bien documentados los efectos de las benzodiazepinas en el segundo y tercer
trimestre de embarazo. Éstas pueden ocasionar síndromes de toxicidad neonatal y de
abstinencia. Cuando se emplean en momentos cercanos al parto, pueden ocasionar el floppy infant syndrome caracterizado por apnea, relajación muscular, dificultad para succionar,
letargia e hipotermia (ACOG, 2008). El síndrome de abstinencia se caracteriza por hipertonía,
hiperreflexia, temblor, inquietud, irritabilidad, diarrea, vómitos y sueño alterado (ACOG,
2008) y se ha descripto en niños cuyas madres toman alprazolam (Barry y Clair, 1987),
clordiazepóxido (Bitnun, 1969; Stirrat y col., 1974) y diazepam (Mazzi, 1977; Backes y
Cordero, 1980). Por todo esto, se debe realizar un seguimiento cuidadoso de los recién
nacidos de madres tratas con benzodiazepinas (ACOG, 2008).
Los efectos a largo plazo de la exposición intrauterina a benzodiazepinas aún no están
del todo claros. Se ha propuesto la existencia de un «síndrome de exposición a
benzodiazepinas» caracterizado por la presencia de restricción en el crecimiento fetal,
dismorfismo y retraso psicomotriz (ACOG, 2008).
Tabla 4. Clasificación de la FDA para las benzodiazepinas según el riesgo fetal. Benzodiazepinas 5. Antipsicóticos
• Antipsicóticos Típicos
Existe una vasta casuística en la utilización de este grupo de psicofármacos durante el
Se acepta que los antipsicóticos de baja potencia (sedativos) tienen un mayor riesgo de
teratogenia que los de alta potencia (incisivos), en especial durante su empleo entre las
semanas 4 y 10 de gestación (Edlund y Craig, 1984).
Las fenotiazinas, especialmente la clorpromazina, utilizadas durante el primer
trimestre producen un leve incremento de anomalías congénitas (Rumeau-Rouquette y col.,
1977). Las fenotiazinas alifáticas (clorpromazina) parecen ser, pues, las responsables de este
incremento; mientras que no existiría riesgo tras el empleo de fenotiazinas piperidínicas
(tioridazina) o piperazínicas (trifluperazina).
Por otra parte, conviene recordar que este grupo de antipsicóticos genera condiciones
clínicas que pueden complicar la evolución normal de un embarazo, ya que pueden producir:
sedación, hipotensión y taquicardia, además de alteraciones gastrointestinales (Mazaira,
El haloperidol no ha mostrado potencial teratogénico (American Academy of
Pediatrics, 2000); pero se han cuestionado los resultados de los estudios, ya que este
antipsicótico fue utilizado para el tratamiento de la hiperemesis gravídica, a un promedio de
1,2 mg/día, dosis sustancialmente menor a la habitualmente empleada en el tratamiento de los
trastornos psiquiátricos (Van Waes y Van de Velde, 1969).
También, la trifluperazina ha mostrado ser una droga segura en estudios en los que se
la utilizó para el tratamiento de la emesis y los abortos a repetición (Moriarty y Nance, 1963;
Sin embargo, la utilización de antipsicóticos típicos en el segundo y tercer trimestre
puede generar una serie de efectos adversos sobre el recién nacido, entre los cuales se
• síntomas extrapiramidales: temblor, inquietud, hipertonía, hiperreflexia, disquinesias (Hill
y col., 1966; Collins y Comer, 2003). Se debería disminuir al mínimo la dosis del
antipsicótico durante el periparto, a fin de evitar la aparición de este efecto adverso;
• síndrome neuroléptico maligno (James, 1988);
• síntomas anticolinérgicos: con el consiguiente riesgo de obstrucción intestinal (Falterman
• ictericia neonatal (American Academy of Pediatrics, 2000)
La sintomatología resuelve sola, pero ésta puede persistir durante meses,
especialmente para el caso del síndrome neuroléptico maligno (Hill y col., 1966; Collins y
No se encontraron alteraciones neuroconductuales en hijos de madres que habían
recibido antipsicóticos típicos durante el embarazo (Kris, 1965; Slone y col., 1977).
• Antipsicóticos Atípicos
La experiencia clínica con este grupo de drogas resulta limitada, por lo que no se
recomiendan como fármacos de rutina durante el embarazo.
La clozapina, la olanzapina y la risperidona no han sido vinculadas taxativamente a la
aparición de ninguna anomalía congénita (Biswas y col., 2001; Goldstein y col., 2000).
Se deberá evaluar la ecuación costo/beneficio en aquellas pacientes que han quedado
embarazadas mientras recibían alguna de estas drogas, teniendo en cuenta que el feto ya ha
quedado expuesto y que puede resultar preferible mantener esta medicación en vez de
cambiarla por un antipsicótico típico (al cual el feto no ha sido expuesto todavía) (ACOG,
Tabla 5. Clasificación de la FDA para los antipsicóticos según el riesgo fetal. Antipsicóticos Típicos Antipsicóticos Atípicos 6. Bibliografía
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